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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

lunes, 30 de marzo de 2015

Próximamente... Eladil

¡Ya falta poco! Y sí, soy mala, pero os daré la información con cuentagotas así que, ¡atentos al blog!

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María Orgaz y Déborah F. Muñoz se atreven con un relato a dos plumas

Este mes, el relato de Adictos a la escritura era a dos manos y María Orgaz (aquí el link) y yo lo hemos hecho juntas. Nos decantamos por ir escribiendo un trozo cada una y, salvo por un pequeño caos con los tiempos verbales, todo ha ido bien. Ahí va el relato, cada parte está marcada. ¿Adivináis qué ha hecho cada una? XD

Me levanto, hago que los niños se preparen para el cole a toda prisa, les llevo, voy al trabajo, vuelvo a casa y tomo un tentempié mientras recojo la casa, voy a por los niños, hago los deberes con ellos, descanso un poco mientras miran los dibujos, les doy de cenar y les mando a la cama. Luego llega mi marido, le doy un beso, abro el doble fondo del armario y me armo hasta los dientes. Parece una tontería, pero después del estrés del día, ir a cazar monstruos me ayuda a liberar toda la tensión y, de paso, ayudo a hacer un mundo mejor para mis hijos.
Todavía recuerdo la primera vez que maté a un vampiro, fue una experiencia extraña y emocionante al mismo tiempo. Recuerdo que regresaba a casa tras un día agotador en el trabajo. Atajé como siempre por el parque que hay tras mi casa pues tenía muchísimas cosas que hacer, cuando delante de mi se paró un chico moreno. No le veía demasiado bien porque ya estaba anocheciendo, pero jamás se me podrán olvidar aquellos intensos ojos que me taladraron con la mirada. Supe que no era humano porque unos colmillos asomaban en su boca. No me lo pensé, miré a mi alrededor y vi una rama rota de un árbol para cogerlo como arma defensiva. Aquel ser se movió rápidamente para atacarme, pero hice acopio de todas mis fuerzas y le hundí la rama en el pecho.
Ahora sé que tuve mucha suerte aquel día: los vampiros no suelen ser tan fáciles de matar. De hecho, las dos veces siguientes que me topé con uno casi perdí la vida y sin duda habría acabado muerta de no haberme topado con el cazavampiros que más adelante se convertiría en mi esposo. Pero algo se había removido en mí: siempre había soñado que, cuando me casara, mis hijos jugarían en ese parque. Saber que en cuanto oscureciera cualquier monstruo podía ir allí y hacer daño a mi futura familia podía conmigo. Para evitar que algo así ocurriera, tenía que limpiar la ciudad. A día de hoy, todavía no lo hemos logrado. Por eso nos turnamos: una noche mi marido se queda con los niños para protegerlos mientras yo salgo de casa, a la siguiente cambiamos los papeles.
Pero llevar una vida normal, con trabajo, marido e hijos es bastante complicado teniendo en cuenta el trabajo nocturno que realizamos. Pues el sueño puede conmigo en ocasiones, mi marido tiene más resistencia que yo y eso se nota. Aunque no quiero decir nada nada, llevo varias noches de vigilancia que me resulta más complicado acabar con aquellos vampiros. Me siento cansada, con mucho sueño, a veces me siento a punto de desfallecer. Ayer tuve miedo por mi vida, pues durante una pelea empecé a ver doble a mi contrincante y él aprovechó para golpearme y hacerme caer al suelo.
Una vez más, la suerte estuvo conmigo: algo despistó a la criatura y pude reaccionar. Pero no puedo permitir que eso vuelva a ocurrir, mis niños aún son demasiado jóvenes y su padre no puede defenderles y salir a patrullar a la vez. Así que, como mi zona está tranquila, decido pasarme por la de otros compañeros cazavampiros para que patrullemos en pareja. Cuando llego a donde está Katinka casi espero que se muestre tan arrogante como siempre pero, al verme, suspira y me dice que se alegra de verme, que está agotada y cada día le cuesta más acabar con los vampiros. Eso es muy preocupante. ¿Es posible que este malestar sea algo generalizado y que, en nuestro intento por parecer más duros de lo que somos, no lo hayamos compartido con nuestros compañeros?
Según pasan los días, las cosas siguen igual y tengo que tener cuidado para no salir herida, pues mi marido es el hombre más protector que hay en el mundo. Lo malo es que el malestar no se me pasa, cada día me siento más cansada, duermo peor. A pesar de que mi apetito no se ha resentido, a veces siento nauseas. Como hoy no me toca guardia a mi y los niños ya están dormidos, prefiero asegurarme de que no estoy enfermando con una gripe o algo porque entonces no podré hacer las vigilancias. Lo curioso es que no tengo fiebre, ni tos. Decido mandarle un mensaje a Katinka, tal vez ella me puede ayudar, ya que sé que siente el mismo malestar que yo. 
No tengo fiebre, pero cada día me encuentro peor. Estoy preocupada. ¿Habremos cogido algo? Dime algo que estoy preocupándome mucho...
Se acabó, no podemos seguir así: continuar con esto sin estar en plena forma es un suicidio. Convenzo a Katinka para que faltemos al trabajo a la mañana siguiente y vamos las dos juntas a visitar a Frederik. Además de cazavampiros, es un doctor muy reputado y podemos confiar en él para que nos haga todas las pruebas necesarias con rapidez y discreción total. Lo primero que nos dice es que él se encuentra bien y que ningún otro cazavampiros está teniendo los mismos problemas que nosotras. Eso nos tranquiliza: el día que los vampiros empiecen a usar la tecnología para luchar contra nosotros estaremos perdidos. Pero, entonces, ¿qué nos pasa? Frederik nos hace todas las pruebas y nos quedamos allí, esperando, hasta que le llegan los resultados. Entonces abre los informes... y se echa a reír.
-¿De qué se ríe? -pregunta Katinka con extrañeza.

-No estáis enfermas, aunque si que tenéis algo, que no se os “quitará” hasta dentro de unos meses.

Nos acerca el papel con los resultados. Katinka lo ha cogido primero y veo que se pone blanca como la pared. Empiezo a asustarme, ¿Pero qué tenemos para que se quede blanca mi amiga?

-Embarazadas... -dice ella.

-¿Cómo que embarazadas? -pregunto atragantándome.

Estamos embarazadas en plena lucha contra vampiros, desde luego el panorama pinta mal por el hecho de que con los embarazos nuestras vidas corren más peligro. Por no hablar de que no sabemos lo que pensaran nuestros maridos de las inesperadas noticias. Hay que pensar en lo que vamos a hacer a partir de ahora.
Pero a mí no me preocupa. Ya pasé por esto dos veces antes y pude seguir luchando hasta poco antes del parto, aunque con los embarazos anteriores no me sentía tan indispuesta. Supongo que es lo que tienen unos cuantos años y muchas obligaciones más. Habrá que reorganizarse y será todo un poco más complicado, pero una cosa tengo clara: mi lucha no ha terminado.
Cuando llegue a casa le voy a contar a Derek la noticia de que vamos a ampliar la familia. Así que voy a preparar una rica cena para poder hablar con él. Conozco muy bien a mi marido y sé que adora ser padre, pero por si acaso, prefiero allanar el camino antes de soltar la noticia. Llego a casa y me pongo a hacer una rica cena antes de que llegue. Él adora los huevos revueltos con chorizo así que empiezo a cocinar. Y también hago una tarta de galletas con chocolate, pues por muchos años que pasen mi marido adora el chocolate tanto como yo.
Llega a casa agotado, pero en cuanto ve lo que tengo preparado sonríe y me dice: -Ya estabas tardando en contármelo. ¡Se había dado cuenta! Me dice que en ningún momento he corrido peligro, que había pedido a algunos compañeros que me echaran un ojo y que hubieran intervenido si lo hubiera necesitado. Lo mejor de todo es que ha pensado en todo y que tiene un plan. Adoro a este hombre.
Sé que todo va a ir bien, pero con lo protector que es, no me deja salir tantas noches a patrullar. Evidentemente sé que tengo que tener cuidado ahora que tengo una vida creciendo en mi interior, pero de momento que el embarazo no está avanzado, puedo seguir luchando y patrullando. Pero Derek es cabezota, bueno no, es el más cabezota entre los cabezotas del mundo. Según aumenta mi embarazo y el de Katinka, nuestros esposos son más protectores y maniáticos.
Ver cómo crece mi tripita es algo... es mi tercer embarazo pero me sigo sorprendiendo del milagro de la vida. En mi quinto mes de embarazo mi tripa es enorme, más que en los dos embarazos anteriores. Me siento torpe y cansada, y ya hace muchas semanas que Derek no me deja salir a patrullar. Solo me deja hacer el papel de madre que cuida a sus hijos y descansa. Voy caminando junto a Katinka para recoger a nuestros hijos del colegio. Las dos caminamos muy lentas, pero como hemos salido con tiempo, todavía no es la hora. Salen nuestros torbellinos con la misma energía que siempre a saludarnos y abrazarse a nuestras tripas. Están muy alegres por la llegada de los bebés, y tengo que reconocer que nos cuidan mucho. Regresamos a casa con calma mientras ellos juegan y corretean a nuestro lado, aunque no son demasiado mayores, ya saben la clase de monstruos que acechan el mundo.
****
El parto se adelanta casi un mes. Es luna llena y la noche ha caído ya hace un rato. Mi marido está de caza: le llamo, pero tengo que salir ya o daré a luz aquí mismo. Por suerte, el hospital está a un par de manzanas de casa, así que cojo a los niños y vamos para allá. Estamos a mitad de camino cuando el vampiro nos corta el paso. No llevo armas, pero lucho con todas mis fuerzas, por mis hijos y por el que está por nacer. Mis niños, tan valientes ellos, no se amedrentan y hacen lo posible por ayudarme, pero el dolor es tremendo y no sé si podré con él. Entonces una estaca atraviesa el corazón de mi adversario y Katinka me sonríe: 
-Dicen que con la luna llena las embarazadas se ponen de parto. Va a ser verdad. Suerte que te he visto desde el taxi. 
Ambas recorremos lo que queda de distancia hasta el hospital y entramos a la vez en el paritorio.
Dos partos antes que este ya me previenen de lo que está por llegar, y aún así estoy un poco asustada, pues quiero que mi bebé salga sano y también el de Katinka. Antes de que nos demos cuenta, pero tras muchos dolores y contracciones, tenemos a nuestros bebés entre los brazos y nuestros maridos están a nuestro lado. Katinka sostiene entre sus brazos a un precioso niño de piel blanca. Mi marido sostiene a una niña menudita con los mismos rasgos físicos que los míos.
La vida se presenta complicada con tres hijos y un mundo lleno de vampiros, pero sé que mi marido y mis amigos están siempre que los necesitamos. Doy gracias cada noche que los veo descansar plácidamente mientras nosotros acabamos con los monstruos que quieren estropear nuestra bonita ciudad.
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lunes, 23 de marzo de 2015

Pasión y lujuria ¡ya a la venta!

Ya está aquí Pasión y lujuria, la nueva antología de El club de las escritoras en la que participo.

Portada de Pasión y Lujuria

Podéis comprarla aquí en papel (el ebook se demorará un poco más):
En amazon.com
En amazon.es
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domingo, 22 de marzo de 2015

Mis libros en la II Muestra Benéfica de Danza

El próximo 12 de abril, en Alcorcón, se celebra el Día Internacional de la Danza con una muestra benéfica. Aquí tenéis toda la información:
cartel gala 
Se me ofreció la posibilidad de vender mis libros en el lugar donde se celebra la gala y, como quería aportar mi granito de arena, el 40% de lo recaudado se donará a las Cruz Roja Alcorcón, Comedor de María y José de Caritas y Club Amigos Amas. Por cierto, solo ese día, se venderá Viajera interdimensional a un precio especial de 10€, para que todos cuesten lo mismo.
mis libros: donación 
¿Qué me decís? ¿Os apuntáis?
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domingo, 15 de marzo de 2015

Relato: El gato

Hice este relato para una antología solidaria. Pero como la organizadora de la misma hace mucho que no da señales de vida, deduzco que al final no sale adelante y lo comparto por aquí.

 El gato

No quería mascotas. Es más, los gatos le ponían de los nervios. Pero ver a esa pequeña criaturita, maullando desconsolada entre los arbustos, la había enternecido. Empezaba a hacer frío y decían que iba a helar; quizás debería acogerle, al menos por esa noche.
No se dijo. Lo que me faltaba, tener que cuidar de un bicho.
Se dio la vuelta y empezó a alejarse, regañándose a sí misma. Tenía dicho a sus hijos que no quería animales en casa y ella había estado a punto de violar su propia norma. Además, estaba claro que apenas era un cachorro, ¿dónde estaría la madre? Diez metros más allá, casi al final del aparcamiento del supermercado, halló la respuesta: en medio de la carretera, muerta por atropello.
Se paró, con el corazón y la mente envueltos en un severo debate. Al final, ganó el corazón, de modo que dio la vuelta, cogió una caja que sobresalía de un contenedor cercano, metió a la bolita de pelo en ella y se dirigió de nuevo al coche.
***
Había tenido la esperanza de entrar en casa sin que nadie viera la dichosa caja. De todos modos, sus hijos estaban siempre tan pendientes de la tele que a veces ni la oían llegar. Pero un maullido traidor la delató, y los niños saltaron del sofá como un resorte, echando a correr hacia la caja mientras exclamaban:
¡Nos has comprado un gatito!
No, intentó explicarles. Es solo hasta mañana intentó explicarles, hasta que pueda encontrar una protectora de animales que le acoja. 
Pero los niños no hicieron caso y se pelearon por acariciarle, bañarle y darle de comer. Pronto, el bicho dejó de parecer aterrorizado, pero aun así obligó a sus hijos a que le dejaran tranquilo. Solo faltaba que se encariñaran, así que esa noche se llevo al gato, dentro de la caja, a su habitación, para evitar que los niños se levantaran a escondidas para acariciarle y jugar con él.
La despertó un peso ligero, un roce y un sonido similar al de un motor. Estuvo a punto de tirar, por el susto, al bicho, que de alguna forma se había escapado de la caja, había subido a la cama y buscaba la forma de meterse entre las sábanas. Pensó en levantarse para desterrarle de nuevo, pero se estaba tan a gusto y tan calentita dentro de la cama que le dejó meterse. El ronroneo, que al principio le había parecido tan desagradable, pronto se transformó en una nana que la llevó de vuelta al país de los sueños.
A la mañana siguiente, se mantuvo firme cuando los niños le suplicaron que el gato se quedara. Las caras de pena de los pequeños le confirmaron que tenía que deshacerse del animal cuanto antes, así que le llevó a la protectora de animales en cuanto les dejó en el colegio. Allí, les explicó cómo lo había encontrado y les aseguró que no quería hacerse cargo de una mascota, así que esperaba que le encontraran un buen hogar. La gente del centro dijo que estaban saturados, que no había suficiente presupuesto, de modo que le pedían que lo reconsiderara. No quiso dejarse convencer, así que dejó la caja encima del mostrador.
Adiós, Bicho le dijo al gato, con una última caricia a su cabecita. Entonces el animal se restregó contra su mano y la miró con ojitos de cordero degollado. De nuevo su corazón y su mente se debatieron; nuevamente ganó el corazón. Cuando regresó a casa, lo hizo con el gato, la comida, la caja de la arena y un montón de folletos sobre cómo cuidar apropiadamente de él. Solo esperaba que no sembrara un precedente: en su casa no quería bichos. Salvo ese.
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