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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia

sábado, 30 de octubre de 2010

Relato: Soltando el cebo

Un silencio inusitado se cernía sobre el claro del bosque, en forma de botella, de tal forma que sólo se escuchaba el susurrar de las hojas por el viento. Los pocos animales que aun quedaban en la zona estaban escondidos, y no saldrían de nuevo hasta que los nuevos moradores del lugar se fueran o el hambre los obligara. Había poca luz, incluso en pleno día, debido a la gran espesura del bosque. De noche, la zona estaba casi en completa oscuridad, lo que favorecía a los visitantes, a los que disgustaba la luz, si bien no les hería.
Cualquiera que hubiera pasado por allí sólo habría visto a lo lejos a una joven pareja de peregrinos acampando, de buena casta a juzgar por la calidad sus ropas, y un gran fardo tirado en el suelo. De haberse acercado más, se habría dado cuenta de que su palidez era excesiva y de que las ropas parecían viejas, casi de otra época, y observando mejor hubiera visto que el fardo no era tal, sino un hombre tirado en el suelo, encogido y tiritando. No obstante, ese observador, incluso al verlos de lejos, no hubiera vivido para contarlo o, de haberlo hecho, hubiera deseado lo contrario, al igual que el desgraciado que estaba en el suelo.
Hacía poco tiempo que la pareja, con forma humana pero de almas demoníacas, estaba allí, y no tenían intención de marcharse de la zona hasta haberse divertido un poco y poder disfrutar de un buen banquete. El problema era que no podían, por una maldición (o, mejor dicho, una bendición), acercarse a ninguna población habitada y el único ser humano que habían podido capturar en las inmediaciones tenía un alma tan cobarde y patética que no les merecía la pena ni siquiera tomarse la molestia de devorarla. Aun así, tenían un plan para divertirse un poco y darse el tan esperado banquete de almas.
-¿Qué te parece si soltamos a nuestro cebo, amor? –dijo la mujer-demonio con la voz susurrante que utilizaba para atraer a sus víctimas. Acto seguido, ambos se volvieron para hacer su magia en su prisionero que, aterrado, se preguntaba qué nuevas torturas le aguardaban.
La gente de la población había contemplado anonadada cómo una mujer aparecía en la linde del bosque arrastrándose y gritando de terror a la par que soltaba todo tipo de incoherencias. Esa mujer, que había sido brutalmente torturada, afirmaba ser el trampero desaparecido hacía una semana y decía que había sido capturado por dos demonios que habían operado en él una magia maligna. Fuera quien fuera la mujer, lo que estaba claro era que huía de algo diabólico que había en el bosque, algo que debían eliminar a toda costa, tanto por la seguridad de sus mujeres como por vengar a la aterrada dama.
Los hombres comenzaron a organizarse en grupos de búsqueda mientras sus mujeres les daban ánimos y preparaban provisiones para todo el día y antorchas por si se les echaba la noche encima. La única persona que se oponía era la vieja curandera, que afirmaba que efectivamente la mujer torturada era el trampero desaparecido (por el cual nadie se habría molestado nunca en formar partidas de búsqueda aunque hubiera llegado al poblado en peores condiciones que la mujer misteriosa) y que mientras nadie saliera de la población los demonios no atacarían. Nadie la hizo el menor caso, ya que sospechaban que ella era una bruja y no la habían quemado todavía porque nadie conocía las recetas secretas de sus remedios.
Los hombres, veinte en total divididos en seis grupos de tres y uno de dos, vacilaron al unísono cuando estaban a un paso de penetrar en la espesura. El bosque, opresivo y oscuro ya de por sí, tenía ese día un aire amenazador inusitado, y todos ellos tuvieron que luchar duramente contra el instinto, que les instaba a irse. Finalmente, uno por uno hicieron acopio de valor y empezaron a avanzar, haciendo señas a sus compañeros para que continuaran. Se separaron con el pensamiento de que quizás hubiera sido mejor, aunque no más efectivo, que los grupos fueran más numerosos. Nada más dar unos pocos pasos, cada grupo perdió de vista al resto y empezaron a avanzar lo más silenciosamente que pudieron, cosa prácticamente imposible ya que el silencio era tal que el más leve roce con las hojas y ramas que sobresalían se escuchaba en la distancia.
Uno de los grupos de tres perdió un compañero casi nada más comenzar a caminar, pero, sabiendo que el desaparecido no era precisamente conocido por su valentía, comenzaron a reírse de su deserción hasta que algo empezó a gotear sobre sus cabezas y se encontraron con su cadáver enredado entre el ramaje. Sus gritos de terror llegaron hasta el resto de grupos, que, no sabiendo de dónde procedían los alaridos, se separaron de las rutas tan cuidadosamente trazadas para intentar acudir en su ayuda. Finalmente, tras un último crescendo de los gritos de terror, éstos desaparecieron completamente y se impuso en el bosque un silencio aun más profundo que el que anteriormente había.
A partir de ese momento, a intervalos irregulares se volvían a escuchar gritos de terror y en los grupos que quedaban, cada vez menos numerosos, se empezó a sentir pánico. No obstante, al haberse desviado de sus rutas para intentar ayudar a sus compañeros, la mayoría había perdido el sentido de la orientación y no sabían dónde estaban ni cómo volver.
El mediodía pasó y el bosque comenzó a oscurecerse poco a poco, hasta el punto en que a media tarde los dos grupos de hombres que quedaban tuvieron que encender las antorchas, aun a riesgo de ser percibidos por las criaturas que perseguían. La humedad en el ambiente, la espesura del bosque y las aleatorias corrientes de aire hacían difícil mantener las antorchas encendidas, pero finalmente ayudaron a los dos grupos a volverse a reunir, al vislumbrar las antorchas de sus compañeros a través de la espesura.
Los seis hombres siguieron avanzando con la sospecha de que, fuera lo que fuera lo que había en el bosque, los estaba dirigiendo, ya que allí por donde pasaban los árboles parecían estrecharse impidiéndoles dar media vuelta y la espesura era menos frondosa solamente en una dirección. No obstante, no tenían más remedio que seguir avanzando, ya que hasta el mejor de los exploradores habría perdido el sentido de la orientación hacía rato. No se escuchaba más sonido que el de su respiración desde horas atrás y ese silencio en la oscuridad del bosque les parecía más aterrador que los propios gritos de sus compañeros desaparecidos.
Siguieron avanzando durante lo que les pareció horas, hasta que el bosque estaba tan oscuro que dedujeron que era de noche. Sólo el brillo de las antorchas les separaba de la oscuridad total, pero, como calculaban que no les durarían toda la noche si las mantenían encendidas a la vez, apagaron todas menos una. El bosque en la oscuridad era aun más inquietante, y las sombras proyectadas por la luz de la antorcha le daban un aspecto aun más fantasmagórico. El sonido del viento, que comenzó a soplar fuerte, les recordaba los alaridos de los compañeros caídos, a los que comenzaron a ver en cada sombra.
El cansancio les empezaba a cobrar factura cuando llegaron a un claro del bosque en forma de botella, en el que creyeron oír sollozos. El olor a muerte flotaba en el ambiente. La oscuridad les impedía ver más allá de unos pocos pasos y, no atreviéndose a salir completamente al descubierto, encendieron el resto de las antorchas. La mayor iluminación les permitió ver que el lugar estaba sembrado de los cadáveres de sus compatriotas, desmembrados y casi irreconocibles. Una mujer, atada con lo que parecían ser lianas, lloraba en el centro del claro, completamente encogida sobre sí misma. Al mirarles con sus hipnóticos ojos, suplicantes, algunos de los hombres se apresuraron a ayudarla, pero sus compañeros les detuvieron sospechando que sería una trampa. La mujer se limitó a seguir mirándoles suplicante, y su voz, apenas un susurro, llegó a ellos con total claridad.
-Ayudadme, por favor.
Esas palabras fueron suficientes para que todos ellos se acercaran en tropel a ayudar a la dama en apuros, peleando entre ellos por ser el primero en socorrerla. Cuando se habían acercado lo suficiente al centro del claro, una risa masculina se escuchó en las inmediaciones, y salió una figura entre los amenazadores árboles.
-Nunca pierde su toque, es increíble –le escucharon los hombres decir entre carcajada y carcajada. Demasiado tarde se dieron cuenta de su error, de que la mujer desamparada que tenían a su espalda no era tal.
Por última vez, el bosque se llenó con los gritos desesperados de los hombres. Desde la casa más vieja y ruinosa de la población, una anciana miró al cielo resignada sabiendo que ninguno de los hombres volverían a sus hogares. En el bosque, dos demonios, saciados y risueños, contemplaron la escultura de cadáveres que habían creado y se alejaron en busca de otra región donde divertirse un poco. Nada más desaparecer en la espesura, los animales salieron de sus escondrijos, los árboles volvieron a sus posiciones y el bosque recuperó sus habituales sonidos. Poco después, un trampero recuperaba su verdadera forma ante las miradas de estupefacción de las mujeres que le cuidaban mientras esperaban la vuelta de sus maridos.

martes, 19 de octubre de 2010

Proyecto adictos: 3b (relato sobre el personaje de la ficha)


Este es el relato de la ficha del personaje que hice el mes pasado, del proyecto de Adictos a la Escritura. Si queréis ver la ficha del personaje, pulsar en el siguiente link. No voy a tener mucho tiempo para entrar en internet hasta el jueves por la tarde, así que, si comentáis, no os molestéis si tardo en publicar los comentarios o en contestarlos (especialmente en contestar, en moderar los comentarios no se tarda mucho).
Corro por el escarpado camino de la montaña, cansada pero incapaz de detenerme porque él se acerca. No sé de cuántas ciudades he huido ya, pero esta vez está más cerca que nunca, porque se me ha adelantado y ya estaba esperándome cuando entré en la ciudad. Ni siquiera tuve tiempo de dormir un poco y quitarme el polvo del camino en una taberna miserable antes de que apareciera, y sólo el instinto me salvó esta vez. El mismo instinto que me dice que le tienda una trampa y le arranque el corazón. Pero, aunque mi instinto me pide que le mate, mi alma, si es que una semisúcubo puede tener una, me dice lo contrario porque, para qué engañarme, aunque el objetivo de Norval sea matarme por ser un monstruo, yo todavía le quiero... Y más de una vez me he sentido tentada de ahorrarle el esfuerzo y acabar con todo de una vez, aunque como desafío a los clérigos malvados que me criaron, que también me quieren muerta, siempre detengo el cuchillo un segundo antes de que se clave en mi corazón.
Miro de nuevo atrás y veo que la distancia se ha reducido. Yo soy más rápida, pero Norval tiene sus hechizos clericales y el favor de su dios. Esta vez voy a necesitar más que suerte para darle esquinazo, pienso mientras freno en seco. Hay un largo puente derruido frente a mí y a mi derecha una pared vertical que, de escalarla, me dejará al descubierto cuando Norval llegue a esta altura del camino, lo cual le permitirá acabar conmigo fácilmente con cualquier hechizo menor. A mi izquierda un barranco cuyo fondo no alcanzo a ver y a mi espalda está mi perseguidor, que se acerca rápidamente. Maldiciendo las inútiles alas que tengo a la espalda, busco en el interior de mi bolsillo la botella que me dio una adivina a la que salvé la vida tiempo atrás. No sé qué contiene, pero la anciana me dio instrucciones claras al respecto: destruirla cuando me viera en peligro. Espero hasta el último momento para lanzar la botella al suelo y una niebla suave me envuelve. A través de esa niebla me veo a mí misma volando la distancia que me separa del puente y comprendo que la botella ha creado una ilusión. Norval, pasando a mi lado, realiza un hechizo de levitación para seguirla. Pero otra imagen ilusoria, esta vez de un dragón, le hace perder la concentración y caer en picado.
Antes de querer darme cuenta me encuentro cayendo al vacío en pos de Norval. Llego a tiempo para agarrarle, pero por desgracia mis enclenques alas, que apenas sí pueden sostener mi peso, no soportan tanto y el planeo, ya irregular de por sí, se interrumpe. Me duelen las alas, y en mi locura decido no soltarle, deseando que la muerte llegue rápido.
Despierto en un saliente con el ala rota y el cuerpo dolorido. Norval está encima de mí, inconsciente. Mi naturaleza demoníaca ha logrado que la caída no sea mortal y que las heridas curen rápido, pero Norval, que pasa en cortos internalos de la inconsciencia a la consciencia febril, no ha tenido tanta suerte y cuido sus heridas hasta que estoy segura de que se repondrá. Luego, tras asegurarme de que no hay peligro en la zona, me doy la vuelta y comienzo a caminar por el saliente para buscar un lugar propicio para la escalada.
-Terral…- Me llama Norval débilmente. Me giro y le veo de pie. Se acerca tambaleándose, diciendo que no me busca para matarme sino para ayudarme, que me quiere. No le creo, no puedo creerle, pero bajo la guardia un momento, suficiente para no poder reaccionar y evitar que la daga sagrada se clave en mi cuerpo.
Dolor. Nunca imaginé que los clérigos del bien fueran expertos en torturas. Un fuego líquido me recorre, no me deja pensar. Jamás, en todos los años que pasé conviviendo con el mal, he sufrido un dolor semejante. Al fin, me deja sumirme en la oscuridad…
Despierto entre sus brazos, me acaricia. Me siento extraña, no entiendo. Tenía que hacerlo, me dice. La daga sagrada hubiera matado a cualquier alma maligna, a mí me ha purificado. Era necesario hacerlo, añade, porque me ama. Desprendiéndome de su abrazo, me limito a decir que amar implica aceptar al otro como es, no intentar cambiarlo. Sus palabras me han producido más dolor que su daga. Salto, alejándome de él y de sus súplicas. Consigo llegar torpemente abajo, seguramente gracias a Norval. Me alejo corriendo lo más rápido posible, con el corazón sangrando por dentro.
No sé cuánto he corrido, pero me detengo a descansar al lado de un arroyo. Me miro sin la magia ilusoria de mi anillo. Mi aspecto externo es el mismo, pero me siento distinta. El mal sigue en mi interior, pero ya no me oprime. No siento con tanta intensidad lo negativo, la lujuria, la cólera, la tristeza. Pero tampoco puedo sentir la alegría después de lo que ha pasado, y el amor parece haber sido reemplazado por una sensación de vacío. Las únicas cosas que no han desaparecido son el sentimiento de soledad, que ahora es más fuerte que nunca, y mis principios. Sólo puedo preguntarme: ¿Sigo siendo la misma? La respuesta parece lejana, inalcanzable. ¿Podré perdonarle alguna vez?

sábado, 16 de octubre de 2010

Relato: Qué fácil amargarse


Amaneció en la ciudad amenazando tormenta, y, con gran pesar, Lucas se levantó después de un largo fin de semana de fiesta, andando como un zombi y realizando sus abluciones como un auténtico autómata. Sentía la boca como pastosa y sabía por experiencia que no sería persona hasta después de tomarse un par de cafés bien cargados y pasar una hora de adaptación encerrado en su coche mientras el tráfico avanzara con la lentitud habitual.
Mientras se juraba a sí mismo que el siguiente fin de semana no haría más esfuerzo que ver unas películas romanticonas con su novia Silvia, que bastante le aguantaba, miró el reloj y se dio cuenta de que iba muy pillado de tiempo, así que bajó medio corriendo medio tropezando las escaleras, saludó lo más alegremente que pudo a su novia (esfuerzo nada desdeñable teniendo en cuenta las circunstancias), se bebió la última taza de café que quedaba y salió por la puerta dando un involuntario portazo que hizo que su cabeza palpitara aun más.
***
Amaneció en la ciudad amenazando tormenta, y, con gran pesar, Silvia se levantó con un humor hecho a medida del día, maldiciendo al idiota que inventó los lunes, a sus jefes por hacerle levantarse a esas horas intempestivas y a sí misma por dejarse arrastrar una vez más por su novio Lucas a una de esas fiestas de todo el fin de semana, que la impedían descansar, cuando lo único que quería era pasar un par de días viendo comedias románticas con él.
Maldiciendo por lo bajo, se acicaló y se entretuvo en el baño un poco, tras lo cual bajó a desayunar y se dio cuenta de que quedaba una sola taza de café. No le dio tiempo a bebérsela, no obstante, porque cuando estaba a punto de agarrarla, un saludo que más parecía un gruñido le anunció la llegada de su novio, que pasó a su lado como una exhalación, prácticamente le robó su café de las manos y, sin ningún pudor, se lo bebió de un trago y salió dando un portazo.
¿Pero qué demonios le pasa? ¿a qué viene eso? ¿me ha saludado con tono de enfado o no era realmente así? ¿pero si no está enfadado por qué ha dado un portazo? Porque eso ha sido un portazo con mala leche en toda regla. Será posible, ¿pero yo qué le he hecho? ¿Será por el fin de semana? Vale que sus amigos no me caen del todo bien, pero yo lo disimulo bien. Aunque bien visto, últimamente le he notado algo raro. No sé qué será, pero se le ve raro. Habló muy poco conmigo, y con los demás estaba constantemente hablando.¿Qué he hecho yo mal? Un momento… ¿y si ya no me quiere? Visto así, ahora que lo pienso en la fiesta del sábado habló más con las chicas que con los chicos. Ya está, me engaña con otra. Y encima se ha bebido mi café, el muy cretino. Pues se va a enterar.
***
Lucas llegó a casa casi de buen humor, a pesar de que tenía la sensación de que todos los semáforos habían conspirado contra él, poniéndose en rojo. Debido a eso, le extrañó que aun no hubiera luces en la casa, ya que normalmente, a esas horas, Silvia ya solía estar en casa. Resignado, abrió la puerta pensando en hacerle la cena a su novia, nada especial pero tampoco cualquier cosa. Cuando encendió la luz, se llevó un susto al comprobar que efectivamente Silvia estaba en casa, a oscuras y mirándole fijamente desde las sombras.
-¿Y bien? –dijo ella, en un tono que no presagiaba nada bueno.
-¿Y bien qué?
-¿No tienes nada que contarme?
-No, que yo sepa.
-Ya, claro, seguro. Será mejor que lo sueltes ya, antes de que sea peor.
-Realmente no sé de qué me estás hablando.
-El hecho de que ni siquiera sepas de qué te hablo muestra a las claras la mentalidad que tienes ¡Retorcido!
Silvia subió las escaleras furiosa y Lucas, desconcertado a más no poder se quedó callado y se dirigió a la cocina. Realmente, tenía que preparar una cena buena de verdad. Pero ¿qué había hecho? Por más que le daba vueltas a la cabeza, no lograba encontrar el motivo de la discusión. Frunciendo el ceño, empezó a pensar en lo maravillosa que era su relación anteriormente y el calvario que tenía que soportar ahora con ella cuando le daba el venazo. Quizás debería haberla dejado antes de irse a vivir con ella, ahora que compartían la hipoteca, los amigos y todo ya no podía dar marcha atrás. No tenía solución. Con un suspiro nostálgico, decidió que debía insistir en el tema, no fuera que hubiera hecho algo mal realmente y ella le guardara rencor durante varios días. Mejor prevenir que curar.
Llamó a Silvia y le sirvió la mejor cena que había preparado en años. Ella ni le dirigió la palabra.
-Realmente, Silvia, mejor cuéntame lo que tengo que contarte y nos ahorraremos unas cuantas molestias.
- ¿Te crees que no me doy cuenta de las cosas, infiel desagradecido?
Lucas se quedó blanco.
-¡Yo no te soy infiel!
-¡Mentiroso, pedazo de embustero! ¡Claro que lo eres!
-Pero ¿qué dices? ¿y cómo iba a serlo, si todo el tiempo que no estoy trabajando estoy contigo?
Silvia se quedó un buen rato callada, pensativa. Finalmente dijo:
-Entonces, no me eres infiel.
-No, ¡claro que no!
-Y entonces ¿por qué estás de malas conmigo?
-¡Yo no estoy de malas contigo!
-¡Ves como eres un mentiroso! ¡Si sabré yo cuándo estás de malas conmigo y cuándo no!
Esto comenzó una acalorada discusión cargada de reproches que duró hasta bien entrada la noche. Finalmente, Lucas, que apenas había dormido y necesitaba descansar un poco, se encomendó a todos los santos e hizo lo posible para apaciguar a su novia. Tras varios minutos de esfuerzo vano, lo consiguió y se dirigieron los dos a la cama. No obstante, cuando Lucas estaba a punto de apagar las luces, Silvia hizo la pregunta maldita:
-Entonces, ¿me quieres?
-Sí
-¿Realmente?
-Sí, realmente.
-Pero ¿realmente realmente?
-¡SI
-¿Ves como estás de malas conmigo?
Lucas miró al techo con desesperación… prometía ser una noche muy larga.

sábado, 9 de octubre de 2010

Buscando a la Muerte, un relato corto

Una vez vi a la muerte, tan hermosa. Nunca he podido olvidarla y he hecho lo posible para volver a verla.
Primero maté a mi compañero de piso, pero no apareció... Luego a mi familia; tampoco hubo suerte.
Entonces quise intentarlo con los policías que vinieron a por mí, pero ellos fueron más rápidos y finalmente la encontré.
Para volver a ver a la muerte, solo tuve que morir.

sábado, 2 de octubre de 2010

Premio/meme

Este premio/Meme (el segundo en la historia de este blog) me lo ha mandado Karol Scandiu desde su blog

1. ¿Por qué creaste el blog?

La versión oficial es que necesitaba un espacio donde expresarme como escritora. Aunque era una de las razones, creo que debería mencionar también algunos motivos no oficiales: el primero, que unos amigos me picaron para que me hiciera un blog de lo que fuera y acabé haciéndoles caso por no escucharles (me alegro, por otro lado); la segunda, que tenía una ingente cantidad de relatos sin aprovechar en el ordenador y me pareció poco eficiente; la tercera, que por entonces tenía mucho tiempo libre (ojalá lo volviera a tener) y me aburría. ¿He sido demasiado sincera?

2. ¿Que tipo de blog sigues?

Los más numerosos, los de literatura (sean reseñas o relatos, blognovelas...) pero también algunos personales y, desde luego, todos los blogs de diseño, publicidad y marketing, que es a lo que quiero dedicarme (pero admito que sigo esos blogs por un 50% de diversión y un 50% de "obligación profesional": soy consciente de que la publicidad es un mundillo en el que hay que estar a la última y me paso la mitad de mi tiempo libre intentando no quedarme atrás y descubriendo nuevas tendencias).

3. ¿Tienes alguna marca de maquillaje preferida?

No, pero por desgracia mi tono de piel es tan vampírico (no es guasa: hace tiempo mi dermatólogo me confirmó que tengo alergia al sol, y por tanto no me puede dar en lo más mínimo o me quemo y me entran picores, así que tengo la piel blanquísima) que sólo puedo encontrar maquillaje de mi tono en las tiendas de maquillaje gótico o en producto específico para corregir las sombras de los ojos de chanel. Aunque resulte paradógico, me sale más barato comprarme ese maquillaje de chanel (una pasta gansa, por cierto) que en una tienda gótica, así que sólo uso el de chanel. en cualquier caso, debido al precio, me maquillo lo mínimo para no parecer un cadáver andante.

4. ¿Y de ropa?

Compro ropa sin marca, si es que compro ropa. Lo confieso, la última vez que me fui de compras fue hace año, y sólo porque no tenía nada que me abrigara convenientemente (otra de las características de mi persona es que tengo frío hasta con 40º, así que imaginaos en invierno). Todo lo que tengo, lo gasto en libros, no hay espacio para la ropa: mientras sea oscura y discreta (preferiblemente gris o negra) me vale.

5. ¿Tu producto de maquillaje imprescindible?

Kohl negro.

6. ¿Tu color favorito?

Aunque por las anteriores respuestas hayáis pensado que el negro, no es así. Prefiero el azul. El negro es sólo porque contrasta con mi cadavérica piel y me sienta bien.

7. ¿Tu perfume?

Echo de Davidof (¿se escribe así?).

8. ¿La película que más te ha gustado?

Esta es difícil. Voy a decir las que veo más: V de vendeta, el live action de Death note y Orgullo y prejuicio. (Lo sé, tengo gustos dispares).

9. ¿Que países te gustaría conocer y por qué?

Escocia, porque me fascinan sus paisajes. Italia, porque soy una apasionada del arte renacentista. Grecia, porque es la cuna de nuestra civilización. Japón porque soy una otaku sin remedio.

10.Esta pregunta háztela tu y respondela. ¿Como imaginas tu vida dentro de un año?

Bueno, esta es complicada. Siendo optimista, me imagino trilingue (español+inglés+japonés), con un trabajo mejor (ahora estoy en el bar familiar), con un libro publicado (a pesar de experiencias traumáticas) y con algún que otro concurso ganado.
Siendo pesimista, me imagino dominando tan mediocremente el japonés como domino ahora mismo el francés, con el mismo trabajo, buscando todavía editorial y sin haber ganado ni un puñetero concurso. Vamos, sin mucho cambio.

Editoriales que aprovechan la ilusión del escritor

Esta es una entrada de aviso, que tiene que ver con algo que me ha pasado. Como sé que muchos de vosotros sois escritores, no quiero que os pase lo mismo también a vosotros.
Recientemente mandé La búsqueda de Khalawest a varias editoriales y ¡cuál fue mi sorpresa! recibí una carta de una editorial pequeña que quería publicarme. Evidentemente, antes de enviar mis propuestas editoriales hice una investigación en la agencia de ISBN y en las grandes librerías, y no había visto nada raro.
Bueno, el caso es que fui y lo que me dijeron me convenció: distribuían a Casa del libro y El corte inglés, se encargaban de las correcciones como cualquier otra editorial, podían ir a la Feria del libro (así fue como les encontré) y se encargaban de ayudarte a promocionar el libro con carteles, presentaciones... Vamos, lo que suele hacer una editorial.
Pues me dijeron que la primera tirada sería de 150 ejemplares, que se venderían a 10€ y se recuperarían costes al vender 115. Por derechos de autor yo cobraría 350€. Hasta ahí perfecto, ¿verdad? La única cosa, me dicen, es que tendría que poner un aval de 300€ "por si me echaba atrás", pero que recuperaría después. Me pareció lógico, porque eran una editorial pequeña, y 300€ no es arriesgar mucho dinero.
Bueno, el caso es que estaba preparando la documentación para mandarles (estaba a punto de hacerlo) cuando llegó el contrato (¡yupi!) pero por desgracia para ellos yo leo las cosas antes de firmarlas. Según el contrato (¡Sorpresa!) yo tenía que cubrir todos los costes de impresión (nada menos que 1200 €) y solo recuperaría un 30% del precio de venta, (con lo que yo pondría 1200 y recuperaría 450), cosa que no tenía nada que ver con lo que me dijeron en el principio. Para colmo, el contrato parecía redactado por un chaval de la ESO y era un cúmulo de ambiguedades.
Por supuesto, concerté una segunda cita con ellos para que se explicaran (y esta vez me presenté con mi padre, aunque él no abrió la boca: era solo para que me hablaran con claridad). Pues bien, me dicen que lo del 30% era sólo si lo distribuían a El corte inglés y la Casa del libro: si yo vendía los libros a mi entorno, no habría pérdidas. (Ejem, si yo quisiera publicar un libro para que lo compraran mis familiares y amigos y encima me tuviera que costear todo, me autoeditaría). Eso sí, el ISBN es de editorial, no de autoedición, lo cual sería una ventaja.
ero, si yo no confiara en que una editorial con ISBN de editorial me fuera a publicar el libro arriesgando su dinero y no el mío, no lo habría mandado. El hombre empezó a irse por las ramas, e intentó liarme diciendo que yo no tenía que pagar nada cuando el contrato decía lo contrario, y luego diciendo que sí, que tenía que pagar pero solo si no se vendía en 60 días... Al final, al ver que no colaba, me acabó diciendo que tenía que pensarlo bien y que era algo para "capricho". En fin, que nada más salir le dije a mi padre: "yo no publico con estos" a la vez que él me decía "no te conviene publicar con estos"

Bueno, pues eso es lo que me ha pasado. La conclusión: un día deprimida, una semana rabiosa, dos días diciendo a mis familiares y amigos que al final el libro que se iba a publicar ya no se publica y un montón de tiempo perdido en ir y venir a la editorial. ¡SI VAIS A PUBLICAR, LEED LOS CONTRATOS ANTES O PODÉIS PERDER MUCHO!